"(...)Viajar es, por supuesto, la confesión de la impotencia: ir a buscar lo que te falta a otros lugares. Si realmente creyera que no necesito nada más me quedaría en mi casa. Si realmente creyera que no necesito nada más sería un necio. Si realmente creyera que no necesito nada más sería feliz. Lo intento, desde hace mucho tiempo. Pero la vejez -¿he dicho vejez?- consiste en saber desde el principio que un viaje siempre se termina. (...)"
Un diario de viaje nunca deja de ser interesante, y cuando el autor es Martín Caparrós resulta, además, sorprendente.
Buenos Aires, París, Kishinau, Monrovia, Amsterdam, Lusaka, Barcelona, Pittsburgh, Johannesburgo y de vuelta a Buenos Aires. Tras ser enviado por el Fondo de Población de Naciones Unidas a entrevistar a jóvenes migrantes, Caparrós vuelve a la crónica con Una luna, pero esta vez de una manera más autobiográfica, más íntima.
Ya en el primer párrafo se hace preguntas a sí mismo que, aunque no van a tener respuesta alguna, dejan ver el pensamiento y las reflexiones del autor. El libro ofrece de todo un poco: la nostalgia de volver a ciudades donde vivió en su época universitaria, a la plaza donde vio por última vez a un amigo fallecido, las sensaciones que le genera pensar qué hubiera pasado de haber sido él, pisar suelo africano con zapatos y ya en eso sentir enormísimas diferencias.
"(...)¿A quién se le ocurrió que a los hombes les importa lo que les pasa a los miles de millones que no conocen, o a los miles que viven en su barrio? Mejor, distinto: ¿a quién se le ocurrió que tenía que importarles? Entre esas dos preguntas -¿a quién se le ocurrió que sucedía, a quién que debía suceder?- se enrosca buena parte de la historia.(...)"
Además, Una luna reúne las historias de vida que conoció a lo largo del mes de trabajo, y todo lo que le generó a él haberlas escuchado y haber estado en lugares a los que nunca creyó que iría. A medida que el lector pase las páginas va a ir viajando tanto por ciudades de Europa y África como por el interior del autor.
Bajo una misma luna charló desde con una moldava que fue vendida por su marido, hasta un maliano que tardó tres años en llegar a Europa, pasando por un salvadoreño pandillero y un liberiano que vio cómo mataban a su abuela, entre otros casos increíbles, pero bien reales y ciertos.
Un viaje lleno de contrastes, historias, aviones cruzando continentes y un mismo periodista que se describe sin filtros.